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Diario YA


 

La vulgaridad en política

Alberto Buela desde Buenos Aires.
Murió Maradona y el gobierno argentino de Alberto Fernández se apresuró a velarlo en la Casa Rosada, cuando lo habitual en casos de personajes públicos importantes es velarlos en el Congreso de la Nación, para que todos los que piensan distinto se sientan cómodos en la casa común de la democracia.
Es que la Casa de Gobierno cambia de color según el presidente que la habita, mientras que el edificio del Congreso es siempre multicolor.
El premio Nobel de medicina Federico Leloir fue velado en su casa y Mercedes Sosa en el Congreso. En cambio Kirchner fue velado en la Casa Rosada porque su esposa Cristina era la presidente en ese momento.


Es evidente la intención por parte del gobierno de utilizar a un muerto ilustre para beneficio propio. Además el presidente canceló toda su agenda de reuniones por dos días.
En este sin sentido, el esfuerzo grotesco del presidente por parecerse a un conductor político nos trajo a la memoria a Karl Marx, quien en El Dieciocho de Brumario de Luis Bonaparte, la menos marxista de todas sus obras, afirmaba que era preciso analizar “las circunstancias y condiciones que permiten a un personaje mediocre y grotesco representar el papel de héroe”
La vulgaridad, en este caso soez, de este tocayo mío viene de su desformación en su casa, la escuela secundaria y la Universidad de Buenos Aires. Universidad que ha dado grandes personalidades e investigadores, como Leloir, pero que al mismo tiempo produjo personajes vulgares como éste. Y así como Borges decía que los peronistas no son ni malos ni buenos, sino incorregibles. Mi tocayo no es ni bueno ni malo, es un vulgar. Lo es en sus modos y maneras, en sus ideas donde repite lo mismo que se repite en todos los media, en los lugares comunes de todo su decir y obrar. El término vulgar lo representa en forma adecuada.
Aun no terminó el velorio de Maradona, solo esperemos que (cito a Marx) “este personaje mediocre y grotesco no quiera representar el papel de héroe” hablando en su discurso de despedida.
(*) buela.alberto@gmail.com
 

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