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Diario YA


 

La frontera polaco-bielorrusa es el escenario de una de ellas

Polonia víctima de una guerra híbrida

José Luis Orella
Las guerras híbridas son como se denominan a los nuevos enfrentamientos entre países o bloques, donde se utilizan instrumentos irregulares hasta ahora no conocidos como la tecnología informática, las presiones económicas, las fake news y la manipulación de la trata humana.
La frontera polaco-bielorrusa es el escenario de una de ellas, donde se ve la tragedia de miles de refugiados guiados por los tratantes de personas, que son utilizados por el régimen bielorruso como ariete en la frontera más oriental de la Unión Europea. La crisis fronteriza junto al drama humano no deja de ser una operación repetitiva y utilizada con éxito por Turquía, Marruecos y Libia quienes han obtenido jugosos fondos económicos recurriendo al chantaje económico, permitiendo el pase de miles de refugiados reclutados por las mafias tratantes, que actúan en connivencia con organismos no gubernamentales, haciendo de la trata humana un negocio del que se benefician los que buscan mano de obra precaria y barata. La orientación del flujo de decenas de miles de emigrantes ilegales procedentes del Próximo oriente y de la península indostánica ha sido atraída hacia Bielorrusia que los ha utilizado como tropa de asalto contra la frontera polaca, obligando a su gobierno a reforzar su frontera con contingentes militares y a volver a mirar a Polonia como el centinela del este de la UE.
El origen del problema se encuentra en la historia reciente del régimen de Aleksandr Lukashenko. Este último superviviente del periodo soviético, donde permanece su estética todavía, sufrió un intento de revolución de color, en las elecciones presidenciales de agosto de 2020. Estas elecciones fueron catalogadas de fraudulentas por las autoridades de la UE y las protestas de la oposición fueron reprimidas con fuerza impidiendo una repetición de los acontecimientos ucranianos de Maidan. El gobierno polaco se significó de forma muy visible a favor de la oposición, especialmente su minoría étnica, que fue muy reprimida por el dirigente bielorruso, que detuvo a varios dirigentes de la comunidad polaca bielorrusa. Lukashenko siempre ha querido mantener una línea autónoma, estableciendo relaciones con la UE, China, además de Rusia, que le proporcione beneficios de todas las partes. Sin embargo, la crisis provocada por unas elecciones contestadas por las autoridades de la UE y USA que fueron respondidas con fuertes sanciones económicas, empujaron al mandatario bielorruso a acrecentar sus relaciones con Rusia. El país eslavo pertenece a la Unión Euroasiática y a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, que son las alianzas económicas y militares que encabeza Rusia, aunque ha participado en el programa de asociación individual de la OTAN.
Las fuertes sanciones económicas que ha sufrido el país desde el año pasado, ha favorecido un incremento de su dependencia de su gran vecino oriental. Bielorrusia todavía dispone de una economía controlada por empresas públicas y de fuerte control estatista.
La crisis actual ha provocado una nueva prueba de la estabilidad en una UE muy castigada, y Bielorrusia presiona esencialmente para conseguir la retirada de las sanciones económicas, incluso solicitar ayudas extras, siguiendo el ejemplo turco o marroquí. Por el lado contrario, Polonia se encuentra ante un ataque directo a su soberanía y la estrecha alianza de Bielorrusia con Rusia, incluso con un plan de posible integración política entre los dos, resucita los peores fantasmas del pasado histórico de Polonia. La crisis fronteriza también pone a prueba la amistad del resto de los componentes de la UE con Polonia. Alemania con fuertes intereses económicos con Rusia y con una gran demanda de mano de obra en precario, es favorable a la permeabilidad de la frontera y al reparto de los refugiados entre los países miembros. No obstante, este es uno de los puntos de confrontación con los países del este, centroeuropeos y bálticos, integrados a partir de 2004, muy sensibles a la presencia numerosa de colectivos de inmigrantes de difícil asimilación. Como países de reciente independencia y con identidades culturales muy fuertes, son partidarios de una Europa de las naciones.
El aumento de la tensión con la amenaza bielorrusa de cerrar el tráfico de gas natural a Europa supuso una fuerte contestación por parte del mandatario ruso, Vladimir Putin, que no va a permitir se juegue con una de sus principales fuentes de ingresos económicos. La creciente dependencia energética de la UE de Rusia le permite a este país acrecentar sus relaciones con el bloque europeo y evitar su gran dependencia de China, país que amenaza en el futuro su control de Siberia y sus enormes recursos. El distanciamiento de Bielorrusia le permite a Vladimir Putin presentarse como un interlocutor neutro, que beneficia su imagen y es el único del que el gobierno bielorruso tiene confianza. A su vez, USA acrecienta la confrontación en beneficio de aumentar su mercado del gas licuado procedente de la explotación del gas de esquisto. El puerto de Klaipeda en Lituania es el que dispone de una terminal flotante de gas licuado para reducir la dependencia energética de Rusia, pero haciéndoles dependientes de USA. Polonia y los Países Bálticos entrarían en esa ecuación.
Por tanto, Polonia y Bielorrusia se encuentran en una zona de confrontación muy incentivada desde el exterior, que beneficia a otros que no tienen nada que ver con los intereses de los gobiernos de ambos países. Entretanto los inmigrantes han empezado a ser devueltos a sus países de origen, después de que Angela Merkel hablase con el mandatario bielorruso y se negase a un pasillo que trasladase a esos inmigrantes a suelo alemán. El chantaje exitoso desarrollado por Marruecos o Turquía con fuertes ayudas económicas, incluso renovación de sus programas de armamento, ha incentivado a que Bielorrusia exija el mismo trato positivo, la retirada de las sanciones económicas contra su país. Para el gobierno polaco, el silencio de la oposición, muy seguidora de las directrices de Berlín, ha supuesto un calentamiento del patriotismo y la recuperación de un apoyo social que había perdido.

 

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